Remberto Gil Pérez

  Biografías

Aquella mañana recibí una llamada telefónica fuera de lo acostumbrado. Era el profesor Marco Antonio Rodríguez, subsecretario de Educación Pública del Gobierno del estado, informándome que debía presentarme en su oficina para recoger las órdenes de asignación a la Dirección de Formación de Desarrollo Docente, cuyo titular era el maestro Remberto Gil Pérez.

Aquél aviso me alegró sobre manera, porque conocía al personaje que sería mi jefe. Hice lo indicado lo más pronto que pude y me presenté ante el personaje referido.

Fue un reencuentro emotivo; no podía ser de otra manera. Remberto Gil Pérez, a quien yo conocía hacía poco más de dos décadas, era el mismo, con quien había compartido otras responsabilidades, en otros tiempos.

Ambos nos vimos de pies a cabeza. ¡Amigo!- me dijo- a la vez que nos abrazábamos golpeándonos afectivamente las espaldas. Observé que sus ojos vivaces se movían sin cesar, con cierto aire picaresco.

Observé su clásico peinado, su tupido bigote y aquella sonrisa tan suya que dejaba ver sus blancos dientes. Vestía camisa blanca impecable y corbata bien anudada.  Sin dejar de verme a la cara, me dijo- caes como anillo al dedo, uh…de verdad que tu perfil está que ni mandado hacer- arremetió halagador y misterioso- estamos iniciando un programa gigante. Es un trabajo muye especial que me ha encargado el Titular.

Adelante – le dije- sonriendo y desesperado.

Entonces me explicó que se trataba del Programa Estatal para el Fomento del Hábito de la Lectura. Que entre otras cosas, era necesario llevar a cabo una buena divulgación en los medios de comunicación, para que la sociedad lo conociera y se interesara en él.  En fin, me habló de las bondades de dicho proyecto como quien habla de un hijo que está por llegar. Le escuché atento y poco a poco fui dándome cuenta de la magnitud del mencionado programa

Al concluir la primera entrevista, me di cuenta que Remberto seguía teniendo la misma capacidad de motivar y convencer, hasta al más escéptico; seguía siendo un ser humano lleno de vitalidad. Salí de su oficina tratando de ordenar las ideas y con el ánimo de empezar de inmediato a arrastrar el lápiz, para armar lo que sería el programa de difusión que, en el corto plazo, deberíamos presentarle al Titular, de manera conjunta.

Sin lugar a dudas, aquella experiencia fue algo maravilloso. Todo el equipo que girábamos en torno a él, disfrutábamos cada conquista, cada triunfo, por pequeño que fuera.

Como un acto de elemental justicia debe reconocerse que Remberto Gil Pérez fue el alma de ese programa. La bujía que trasmitió la energía a todos aquellos involucrados en el incipiente programa. No sé de dónde sacaba tanta energía para cumplir con las otras tareas propias de su dirección. Al verle en plena actividad, recordaba aquel pasaje de Los Miserables, de Víctor Hugo…”poco trabajo es un fastidio, mucho trabajo es un placer”.

Esa era la rutina de este hombre. Un constante ir y venir. Dando indicaciones, haciendo anotaciones con aquella bella letra de los maestros de entonces. Seguía derrochando energía, como en aquellos años en los que le conocí. Tenía unas ganas intensas de servir y de vivir. Decía que siempre hay buenas razones para luchar por las mejores causas.

Pregonaba con el ejemplo. Por la mañana presidía algún evento en Culiacán y por la tarde estaba la Escuela Normal Experimental del Fuerte; al día siguiente se le veía fresco, en algún evento en la Escuela Normal de Sinaloa y más tarde se daba tiempo para evaluar, con el equipo, las acciones del programa de fomento de la lectura. Por la tarde noche planeaba la jornada del día siguiente; mantenía un ritmo contagioso. El Titular, cómo él llamaba al Secretario de Educación Pública y Cultura, no se equivocó en la designación de aquel colaborador. Era un hombre seguro de sí.

El programa prendió, sin duda,retomarlo hubiera sido el mejor homenaje  a un hombre que le entregó tiempo y esfuerzo.

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Gil Pérez nos dejó un bello ejemplo. Su dedicación, habla del sentimiento y conocimiento profundo de los problemas de su patria. Su paso por las comunidades lo puso en contacto con las necesidades que enfrentan los que nada tienen; supo encabezar con pasión la  búsqueda de soluciones, fiel a su origen y formación social.

Se desempeñó con honestidad no sólo en el ministerio de su formación magisterial, de igual manera en el servicio administrativo de los tres niveles de gobierno.

Remberto nació en la comunidad de El Ébano, municipio de Angostura, el 15 de enero de 1938. Egresó de la escuela Normal de Sinaloa; cursó las especialidades de lengua y literaturas españolas y Pedagogía, en la escuela  Normal Superior de México. Trabajó en el nivel básico y medio básico. Colaboró en la Secretaría de la Reforma Agraria, como subdelegado de Organización, en San Luis Potosí. Posteriormente fue subdirector de Capacitación Agraria; con alto sentido de responsabilidad se desempeñó como secretario privado del secretario particular en la Subsecretaría de Procedimientos Agrarios del Gobierno Federal.

En su estado natal participó en la Coordinación del Programa de Escuelas Gratuitas.  Ocupó la Secretaría General del Colegio de Bachilleres. En la actividad política se desempeñó como Oficial Mayor del Comité Directivo del PRI, en Sinaloa. En la coordinación de Salud del Gobierno del Estado de Sinaloa, fue director de área. Secretario de gobierno del Ayuntamiento de Angostura.

En la SEPyC, se desempeñó con gran acierto como Director de Formación y Desarrollo Docente, donde coordinó entre otros muchos proyectos, el Programa Estatal de Fomento a la Lectura. En ese empeñó lo sorprendió la parca el 18 de mayo de 2002, dejando vació y consternación  en su familia y en aquellos que fuimos sus amigos.

Bajó a la tumba una tibia tarde anta la consternación en el ambiente magisterial; el discurso de despedida estuvo a cargo del Lic. Gerónimo Martínez García, que había sido su amigo cercano y nuestro jefe (el Titular, cómo Remberto lo llamaba).(Encuentro en mayo de 1995), Los educadores en la transformación social de Sinaloa; Historias de vida, 2017. Teodoso Navidad Salazar

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