Teatro Apolo

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De las fincas desaparecidas de Culiacán en el “arranque de modernidad” de los años cuarenta, el que mayor pasión despierta en la memoria colectiva, es el Teatro Apolo. Estuvo ubicada por la calle general Antonio Rosales entre avenida Álvaro Obregón y Juan Carrasco, justo en colindancia oriente de la finca que hoy ocupa el estacionamiento Rosales.

El ingeniero Mariano Martínez de Castro tuvo la idea de erigir un teatro para Culiacán. En 1889 como gobernador del estado realizó un viaje a la ciudad de México para contactar a un arquitecto que concretara la obra. Fue así como contactó al ingeniero Luis F. Molina, quien inició la obra el 15 de septiembre de 1892. La obra fue apoyada por la burguesía porfirista, encabezada por Amado Andrade y Severiano Tamayo, formándose una directiva presidida por Ángel Urrea, quien bautizó el inmueble con el nombre de Apolo. La obra se terminó en 1894, con un costo de 68 mil pesos.

En ella intervinieron un sinfín de obreros y especialistas de estilos y técnicas de la época. Que en la memoria del propio Molina quedaron algunos de sus nombres: José Segura, pintor de murales escénicos, traído expresamente de San Luis Potosí para el decorado del interior. Luis Ciprés, maestro albañil que se encargó de los trabajos de argamasa. Prisciliano Flores, responsable de los finos trabajos de ebanistería. Además de Lázaro Uriarte, capataz de la obra, y “Felipe”, cuyo apellido se desconoce, fue encargado de la pintura general del teatro. De grandes proporciones, este inmueble fue concebido de dos plantas describiendo el formato típico de herradura de los teatros decimonónicos. Técnicamente vanguardista, incluía asientos desmontables, con posibilidad de convertirlo en salón para bailes.

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Grandes fiestas tuvieron lugar en el mítico teatro; la pomposa celebración del cumpleaños del gobernador Francisco Cañedo con un menú internacional a la usanza de la burguesía porfiriana; la fiesta en honor a Venustiano Carranza como jefe Constitucionalista; una velada literario musical en honor a Álvaro Obregón, siendo candidato a la presidencia de la República; ceremonias de coronación de reinas del carnaval de Culiacán; y en sus últimos tiempos se convirtió en un cinema.


Con el paso de los años la elegancia fastuosa del teatro mermó poco a poco, los grupos teatrales que llegaban a la ciudad preferían presentarse en carpas ambulantes, en cines o en estacionamientos. El teatro empezó a ser usado como cinema, con muchas carencias y deterioro en su infraestructura, que representaba un verdadero peligro para la gente que visitaba el lugar. La última película que se exhibió en el Apolo fue “Donde Mueren las Palabras”, producida en Argentina.
En 1948, fue demolido.

6 comentario en - Teatro Apolo

  • Esto es lo que le pasa cuando pasan por la administración una bandada de presidentes municipales que no tienen el menor cuidado por preservar el acervo cultural e histórico de su ciudad.

  • Para mi, fue un lugar hermoso, mi papá me contaba que a el le tocó ir a la matiné los domingos, cuánto me hubiese agradado conocerlo, yo nací en 1954, al igual que el puente Cañedo, el piso era de madera, con sus hermosos arcos y varias veces pasé caminando.

  • Es tan triste que estemos tan empeñados en borrar toda huella histórica de nuestra hermosa ciudad. Ojalá que un día el pueblo Culichi deje de sentir terror por la arquitectura antigua y de pensar que la modernidad debe pisotear el patrimonio arquitectónico.

  • Dice mi mamá, doña Regina Ramos, que a ella la llevaba a la matine su mamá doña Juanita Ramos y a veces su hermana mayor mi tía Lidia Ramos.
    Dice que eran los años de 1938 al 42 cuando la llevaban.

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