Así calificó el Obispo de Sonora y Sinaloa Fray Bernardo del Espíritu Santo desde Culiacán, el 23 de abril de 1823, la situación imperante en la ciudad de México cuando el Emperador Agustín de Iturbide ya había abdicado: ”En esto vino a parar este gran hombre, el héroe de Iguala, el que nos libró de las cadenas, el que hizo la felicidad de este Imperio, el que sacrificó sus intereses y su existencia en beneficio de sus paisanos, el que era adorado y respetado de todos por su integridad en la Justicia por su desinterés por su prudencia y demás prendas que hacen amable su benemérita persona; nos hallamos huérfanos sin padre y el Gobierno sin cabeza, pero con la esperanza lisonjera de que Dios volverá por su casa”.