La ruta del fenómeno cholo ya tiene un itinerario definido: del sudoeste estadounidense al noroeste mexicano; de Los Angeles a Culiacán, pasando por Tijuana, con derivaciones hasta Guadalajara.
Similitudes económicas, culturales, políticas y sociales de estas regiones hacen que el fenómeno sea excluyente de otras latitudes de nuestro país. Los lectores del presente ensayo de Silvia Gastélum y Samuel Villela encontrarán respuesta para casi todas las interrogantes que se formulan, interesados en lo que se ha dado en llamar genéricamente una suerte de American Graffiti o, localmente, cholos a secas.
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