El recibimiento no pudo ser mejor. La encontramos regando unas macetas. Es una mujer vigorosa a sus 81 años, de voz fuerte. Caminó hacia la puerta de la calle y nos saludó como si fuéramos viejos conocidos. Lucía una blusa de discretas flores y un pantalón de finas rayas cafés. Los colores de su blusa le daban un toque rosado a su cara de finas facciones. De manera cordial nos invitó a pasar a la sala, en cuyas paredes se aprecian retratos de familia, reconocimientos a su labor educativa otorgados por autoridades educativas y sindicales y me llama la atención uno en especial, firmado por entonces Secretario de Educación Pública del gobierno de la República, Manuel Bartlett Díaz, reconociendo su trayectoria en el servicio educativo.
Nuestro personaje nació el 20 de enero de 1925, en Baburía, municipio de Sinaloa. Sus Padres fueron Leonor Gámez y Francisco Castro. Sus hermanos Jesús, Darío, Francisco, Manuel y Enriqueta.
En Baburía realicé mis estudios de primaria bajo la conducción de la maestra María Higuera.Mi infancia fue pobre, pero mis hermanos eran muy trabajadores, ellos contribuían al mantenimiento de la familia, porque mi padre falleció siendo muy niña.
Lupita nació durante la época del México eminentemente rural, con agricultura rudimentaria de subsistencia; sin caminos, pocas escuelas, sin seguridad social y mínimas opciones de trabajo. Aun no se apaciguaba el país, las carabinas todavía olían a pólvora, y los grupos facciosos en el territorio nacional no encontraban puntos de acuerdo que dieran pie a la reconciliación, la paz y el asentamiento para emprender su reconstrucción.
Más adelante, comentó que: observando la pobreza en la que vivíamos, sentí deseos de superarme, de no quedarme estancada y busqué ayuda en casa Rosario Gámez y su esposo Manuel García, este último hijo de Bruno García, líder campesino muy servicial que me ayudó a conseguir la plaza de maestra en el sistema estatal.
Comentó que en 1941, Rosario le pidió a la maestra Margarita Montaño le permitiera practicar con su grupo de primer año, en la escuela primaria de Sinaloa de Leyva…y lo hice durante un año tres meses. La maestra Margarita me orientó y aconsejó en ese tiempo para que me preparara y diera mejor la clase. Me gustó su trato.
Debo decir que yo tenía entonces 16 años pero no sentí temor de enfrentarme al grupo. En septiembre de ese año recibí mi plaza junto con cuatro maestros. Fui asignada a Baromena, comunidad ubicada en el municipio, pero en la parte alta a donde se llegaba a pie o lomo de mula, por caminos agrestes y poco transitados, nos acompañamos los que habíamos recibido nuestros nombramientos y algunos familiares; a mí me llevó una tía. Ahí trabajé veintiún días, luego me cambiaron a La Estancia, cerca de Matapán, donde laboré cinco años. Luego recibí indicaciones de trasladarme a Portugués de Gálvez, donde la directora era mi hermana Juanita. Un año después nos cambiaron a las dos a la comunidad de El Zopilote, Guasave, donde trabajé 7 años.
Buscando el bienestar de la familia pues ya para entonces habían nacido sus cinco hijos (Ramiro, Guadalupe, Oscar Javier, Jesús que fue maestro como ella, y fallecido en un accidente automovilístico hace 20 años, y Carlos Ramón, todos ellos hombres de bien), logró cambio a Guasavito, donde se inició como maestra federal, dejando atrás 15 años al servicio del estado. En dicha comunidad compartió responsabilidades con los maestros Blanca Solorio, Felipe Acosta, Celso Martínez y su esposa así como Teódulo López Leal, entre otros. También laboró en la escuela Carmen Serdán en la ciudad de Guasave.
Después de 45 años de trabajo nuestra entrevistada causó baja por jubilación, en 1990. No obstante haber recibido propuestas de trabajo en instituciones educativas privadas, prefirió irse a su casa para dar paso a las nuevas generaciones de maestros. Hoy se dedica a leer. Disfruta a sus hijos y las travesuras de sus nietos. Al preguntarle cuántos nietos tiene, de manera espontánea sonríe, pues no tiene el número exacto mucho menos el de los bisnietos.
Se siente muy feliz por las constantes visitas que le hacen sus compañeros maestros así como de aquellos que fueron sus alumnos. Tiene convivencia con sus compañeros maestros jubilados con los que ha viajado y dice ser muy cumplida en las asambleas con ellos.
Por su ardua tarea educativa ha recibido, como ya se dijo innumerables reconocimientos entre ellos las preseas al Mérito Magisterial Rafael Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano
La maestra María Guadalupe Castro es de aquellas maestras auténticas. De las que trabajaron no solo con las estrategias, dinámicas y métodos para hacer hombres y mujeres de bien, sino con verdadera pasión. Se interesó por los problemas de sus alumnos y de las comunidades. Sigue siendo una mujer entera. De una sola pieza. Dejó parte de su vida en el corazón de cada uno de los niños que enseñó despertando en ellos el espíritu de lucha por un México mejor, desterrando fanatismos y vicios, pero sobre todo la ignorancia.
Mucha falta hacen en nuestras comunidades y a la patria, maestras de la talla de María Guadalupe Castro Gámez,por ello consideramos no debe estar lejano el día en que veamos registrada con su nombre, alguna escuela, para honrarla, como se honra a los grandes maestros como ella, que solamente le entregó al sistema educativo, 45 años de su fructífera vida. (Entrevista realizada en 2006), Los educadores en la transformación social del Sinaloa; Historias de vida, 2017, Teodoso Navidad Salazar.