(Semblanza)
Teniendo como fondo un concierto de música romántica, nuestra entrevistada comentó –He vivido mi vida profesional a plenitud– Luego expresó que nació 11 de julio de 1944, en el ejido El Melón, perteneciente a la sindicatura de Quilá. Más adelante comentó –Hoy vivo un poco para mí –mientras sonríe ruborizada y sus finas facciones demuestran la congruencia de sus palabras.
La maestra Irma Ramona es una mujer jovial. Derrocha alegría. Sus ojos vivaces se mueven de manera constante a la vez que pretende darle fuerza a las palabras con los ademanes de sus blancas manos. La verdad, es una mujer encantadora. Transmite de manera espontánea la alegría por vivir a cualquiera que la escuche hablar.
Creo que me he realizado. No le debo nada a la vida y ni ella me debe a mí. He dado lo mejor de mi tiempo a la tarea de educar. Para eso estudié y lo digo de corazón; porque eso fui, una maestra de corazón. Me entregué a mi trabajo y a mis hijos con verdadera pasión.
Irma Ramona nació en el seno de humilde hogar. Sus padres fueron Everardo Bustamante Melgar y Francisca Jáuregui Loaiza; sus hermanos son Teresa, Everardo, Inés, Antonia, Rodolfo, Baltasar, Hermenegildo, Manuel, Artemisa y Rubicela.
No obstante ser una numerosa familia, salieron adelante porque se mantuvieron unidos siempre y hasta la fecha, ese ha sido factor determinante que motiva a seguirse reuniendo continuamente. Ella fue pieza importante en el desarrollo personal de muchos de sus hermanos. Los apoyó cuando empezó a tener ingresos económicos y eso la llena de satisfacción.
Tuve una infancia pobre pero fui inmensamente feliz. Los niños teníamos gran capacidad para fabricar nuestros propios juguetes. Yo recuerdo la primera muñeca que me regalaron, era de cartón; muy lejano el parecido a las de hoy. Había otras que tenían brazos y piernas rellenas de aserrín. Esos fueron tiempos maravillosos, no ambicionábamos grandes cosas; qué decir de los juegos infantiles, las noches de luna eran ideales, pues no había luz eléctrica.
En El Melón estudié los primeros años, entre aquellos juegos en los que sólo se necesitaba imaginación. Eran todo muy sano. No había ingenuidad, al contrario, teníamos mucha imaginación, recuerdo los juegos de El Matarile, las Rondas, los Encantados y las Escondidas. Hacíamos muñecas con botellas de refrescos, las vestíamos, éramos muy creativos. No existían los juguetes de plástico, mucho menos electrónicos. Todo era muy llamativo, le dábamos valor a las cosas que teníamos y de esos instrumentos obteníamos los juguetes que imaginábamos – comentó nostálgica, la maestra Irma Ramona.
Recuerdo con afecto al profesor Enrique Ibarra Osuna, quien me impulsó para continuar mis estudios. De él recibí orientación y apoyo para no perder el camino
Nuestra entrevistada expresó que fue en la Escuela Primaria Federal “Tipo” Manuel Ávila Camacho, donde terminó su educación primaria, luego se regresó al ejido, y en la escuela de sus primeros años realizó las primeras prácticas en los grupos, a instancias del siempre bien recordado maestro Clemente Rodríguez.
Pasado el tiempo el maestro Ángel Zapata le otorgó plaza de maestro municipal ubicándola en la comunidad de Las Piedritas, sindicatura de Eldorado, luego pasó a San Diego, Las Azucenas, San Pedro y El Vergel.
El trabajo era delicado. Irma Ramona para entonces era una hermosa jovencita, y con toda la fuerza que se tiene en esa etapa de la vida, trabajó y estudió; leyó todo lo que a sus manos llegó. Esa era la indicación de sus maestros en el Instituto Federal de Capacitación del magisterio, donde acudía a recibir instrucciones de talentosos maestros como Jerónimo Martínez García, Graciela Montaño Márquez, Santiago Zúñiga, Eudaldo Rodríguez Millán, Aurelia Echeagaray, Felipe Ramírez, Jesús Hernández, Berta Salas, entre otros. También hizo grandes amigos con los que compartió experiencias, entre ellos destacóa María Cristina Cairo, Baldomero Arámburo Picos, Manuel Borrego, Marta Uzeta Aguilar, por mencionar algunos.
Irma Ramona concluyó sus estudios con Mención Honorífica. Tenía deseos de realizarse, ser útil, servir a su familia; empezaba a tener claridad en sus deseos de ser maestra de corazón como lo demostraría al paso de los años. En 1967 se le ubicó en la comunidad de Boca de Arroyo, en la municipalidad de El Fuerte. Ya no titubeaba. Tenía la teoría combinada con la práctica y se entregó a la noble tarea. Sinaloa era un estado con grandes carencias. No había caminos pavimentados, solo terracerías y brechas, y a través de ellas llegó a la comunidad asignada, en tranvía tropical.
El ciclo escolar siguiente lo laboró en al antiguo pueblo de Imala, municipio de Culiacán; allí impartió sus conocimientos durante quince años. En esa comunidad se volvió líder; gestionó la introducción del agua potable, impartió cursos a campesinos, apoyó en los deslindes de las tierras del ejido; en ese orden de cosas no descuidó sus estudios y se tituló como maestra de Lengua y Literatura, en la Escuela Normal Superior de Tepic, Nayarit. Después de esos tres lustros la superioridad la envió a la colonia Rubén Jaramillo a la escuela José María Morelos y Pavón, en Culiacán donde después de laborar en el turno matutino, junto con otro maestro, fundó el turno vespertino.
La maestra Irma Ramona reconoció que fue parte de un valioso equipo que encabezó la muy querida maestra Elsa Uriarte, quien tenía y tiene una vitalidad impresionante, Jesús Oviedo y Felicitas Guzmán fueron otros compañeros que la apoyaron en su tarea educativa. Sin dejar de reconocer la orientación de sus supervisores escolares entre los que mencionó a Manuel Beltrán Tapia y Octavio Osuna Aguiar.
Fue condecorada como la Mejor Maestra del año; de igual manera obtuvo las preseas al Mérito Magisterial Rafael Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano, por los gobiernos del estado y de la república, respectivamente, amén de reconocimientos de padres de familia, alumnos y de sus compañeros maestros. La maestra Irma Ramona señaló que…el mejor reconocimiento es la satisfacción que me causa el haber enseñado a tantos niños a leer.
Nuestra entrevistada causó baja por jubilación en enero de 2003, siendo Directora Técnica de su escuela. Sin duda cumplió con su país, con la sociedad sinaloense y con su familia (tienen cuatro hijos: Micaela, Irma, Fernando y Manuel Ángel). Entregó 40 años de su vida al servicio educativo. Maestras de su estatura se han ganado a pulso, un lugar entre los grandes educadores mexicanos. Porque a decir de ella…fui una apasionada de mi profesión. No me equivoqué!. (Entrevista realizada en junio de 2009), Los educadores en la transformación social de Sinaloa, Historias de vida, Teodoso Navidad Salazar, 2017, (Entrevista realizada en mayo de 2000)